miércoles, 24 de agosto de 2011

PROXIMAMENTE


El tiempo no detiene su paso, nos muestra como esas sutiles huellas que, según el color del cristal de la mirada, nos introduce en la más maravillosa de las historias jamás contadas, y que cierto olor a silencio las volverá al olvido.


Sin piedad, algún alma, ajusticia sobre viejas paredes, la condena a su desaparición eterna, ellas solo quedarán guardadas en el dulce mirar del observador. Quien siguiendo sus sentidos abre sutiles puertas, y con valiente aventura, dando pasos primerizos va entretejiendo submundos, dando nacimiento a nuevas vidas.

Pero deberá atravesar la pura destrucción de una realidad, sin piedad, ni remordimiento, como verdugos sin escrúpulos, van a ir destruyendo todo aquello que uno simplemente mira y reconoce como objeto cotidiano.

Un día, lo que observamos durante años, es atravesado por maquinas que taladran hasta el cerebro, en horas y días dejan sepultadas esas historias que casi no lograron salir de esas gruesas paredes, y así no llegan a ver la luz.

No, simplemente mueren, el edificio pedazo a pedazo se va descascarando y la demolición no guarda recuerdos, simplemente los sepulta.

Deja un espacio vacío temporario, el lugar para volver a crear, la vida selvática nos indica que cada vez más encerrados, sin aire puro, encimados entre ladrillos huecos, cemento, y un mundo subterráneo cada vez mas colapsado y descuidado va siendo arrasado por la velocidad moderna.

Como es afuera es adentro, sin valores ni principios vamos demoliendo, pero sabemos que nuestra esencia siempre va a estar como fiel compañera, siempre alguien desconocido puede guardar una valiosa imagen del recuerdo que haga revivir esas historias condenadas al silencio, solo el calor popular las va a resguardar.

Quien no tuvo alguna vez que su propio edificio, sin poder detener el proceso, con momentos mas lentos y otros veloces, a pico y pala se fue viniendo abajo. Nada de lo conocido puede seguir siendo igual, sabemos que la vida es movimiento, pero el dolor de que nuestra piel se descame y vaya cayendo hasta dejar nuestro hueco interior, una triste transición, pero muy elemental, y donde si o si debemos confiar en nuestro conocimiento interior que nos va guiando, para poder volver a ser quienes en verdad somos.

Es el encuentro con nuestra esencia, sin mascaras, ni caretas, mucho menos con el adoctrinamiento que la vida en sociedad y su cultura nos fue construyendo, obsoletas paredes que de repente no existen mas.

Luego que otra alma me entrego esta imagen, donde se muestra el comienzo de la transformación, recurrí a mis conocimientos, años viviendo con esos sonidos que impedían cualquier tipo de tranquilidad para poder relajar y así mirar cada momento.

Años donde el taladro me despertaba apenas amanecido el día, y me acompañaba en cada comida, en cada intento de respiro, pero esa tarea resultaba muy dura, había que derribar puro hormigón.

Unos años después ya se dibuja la silueta de la próxima existencia. Como la vida moderna, con la velocidad que se cree eterna, pero sabemos que su brillo no es real, pura fachada, un ladrillo hueco, una esencia cubierta de fragilidad.

Es lo que pasa cuando otro nos construye, es una condena que con el paso del tiempo solo uno mismo puede cambiar.



“Dale, escríbeme, dale, dale, ¿qué te cuesta?, escríbeme, escríbeme, por favor…”.



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